Pemex, la quiebra silenciosa

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Como un heredero cuyas malas apuestas en los negocios lo llevaron de la riqueza a la ruina, así está Petróleos Mexicanos. Con discreción, evitando los reflectores, vende o alquila activos y, por supuesto, pide prestado. Con la cara tapada para evitar ser reconocido, acude con las joyas familiares tanto al empeño como a la casa de subastas para allegarse recursos e ir pagando la montaña de deuda.

El heredero sigue viviendo en el castillo, la Torre de Pemex, pero ahogado en sus finanzas. La reforma energética evidenció que el emperador estaba desnudo. De por sí, astronómicas inversiones en la búsqueda de aumentar o al menos sostener la producción de crudo resultaron desastrosas. La estocada final vino con el colapso del precio.

A ello se acumula el estratosférico pago futuro de las pensiones para las cuales ninguna administración acumuló recursos; simplemente se prometió con generosidad esperando que la cuenta la pagarían otros. Efectivamente, la factura la cubriremos todos los contribuyentes.

El golpe a las finanzas públicas será brutal por años. De vaca de liquidez para el gobierno, la empresa se ha convertido en financieramente dependiente del mismo. La gran apuesta ya no es que Pemex recupere su estatura como entidad energética, sino que su largo proceso de achicamiento sea lo más suave y lo menos costoso posible.

El problema es que a Pemex le estalló el apocalipsis financiero cuando sus activos son poco atractivos. Ya hace meses informó que aceptaría inversiones en sus refinerías. Pero, todavía con aires de grandeza, reteniendo el control mayoritario.

Después se pasó a que, bueno, se aceptaba perder ese control. Pero esta semana se anunció que tanto Chevron como Shell están considerando vender operaciones de refinación. Lo único que puede asegurarse en un mercado saturado de vendedores es que se abaratan los activos. Al paso que va, si los compradores se quedaran con todo y trabajadores (y sus pasivos laborales), igual convendría casi regalar las refinerías. Hoy, a menos de una década de la iniciativa, queda clara la gigantesca (y carísima) tontería que hubiera sido construir la Refinería Bicentenario.

Con respecto a otros activos, como tuberías y ductos, hay mayor avance. El trato es sencillo: Pemex los vende, recibe liquidez y a cambio pasa de inmediato a rentarlos de los nuevos dueños. Negocio redondo para empresas de inversión como First Reserve y KKR, que están negociando al respecto. Es el desmantelamiento, discreto, de la empresa.

Y por supuesto, está la deuda. A mediados de mayo se colocaron bonos por 375 millones de francos suizos. Y en marzo, lo que sí es preocupante, toda una operación rescate por parte de la banca de desarrollo, con Banobras, Nafin y Bancomext otorgando a Pemex un crédito por 15 mil millones de pesos para ayudar en la paga de proveedores y contratistas. Esto es, tapando un agujero financiero pero abriendo otro.

Si todo sale bien, del rico heredero que era, Pemex acabará en clasemediero. Si sale mal, en indigente acogido a la caridad pública.

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