EL ENEMIGO QUE NOS ESTÁ ROBANDO VIDA
Hace unos 100,000 años, cuando vivíamos en cuevas, nos acechaban varios depredadores, principalmente el leopardo. En momentos de tensión, de peligro, nuestro cuerpo se preparaba para luchar, huir o esconderse, y de esa forma mantenernos vivos.
Así de simple era la vida. Ésa es la razón de ser del estrés: preparar físicamente a nuestro cuerpo, mediante diversas hormonas y sólo durante un momento específico, para enfrentarnos a depredadores y mantenernos a salvo; es decir, esa carga inusual de hormonas se recibe en determinado momento, cuando se requiere un uso extraordinario de energía, durante minutos, o incluso unas pocas horas.
No sé si lo habrás notado, pero desde hace mucho tiempo casi nadie se ve perseguido por leopardos u otros depredadores que pongan en peligro nuestra vida. Sin embargo, nuestro cerebro inconscientemente se sigue preparando con esa reacción generadora de estrés cuando percibe la amenaza de un peligro. El problema es que muchas veces nuestra “causa” para estar estresados es algo interno, subjetivo; algo que psicológicamente nos puede mantener tensos, alertas y expectantes durante horas; incluso durante días.
Y para nuestro cerebro una “amenaza” puede ser un cliente molesto, un pleito con la pareja, un conductor agresivo que intenta ganarnos el paso mientras conducimos, un email de tu jefe llamándote la atención o cualquier detalle que para ti sea motivo de crispación. Y esto último lo subrayo porque, al igual que en el caso de los eventos, estos incidentes son neutros y dependen de la interpretación que cada uno les dé. En los temas del estrés, un mismo evento puede no tener importancia para una persona, y para otra ser motivo de angustia máxima.
El cerebro no distingue entre fantasía y realidad, ni pasado, presente o futuro. De ahí que nuestro problema sea que a veces nos estresamos por cosas que no han pasado, o por otras que es posible que pasen pero cuyas posibilidades de realización son casi nulas. Finalmente, para nosotros todo esto es causa de zozobra constante.
Y, como no tenemos un desahogo físico real para toda esa energía proporcionada por nuestras hormonas, esto empieza a obrar en contra nuestra, y de ahí vienen diversas enfermedades y malestar. Es entonces cuando el estrés, esa reacción que originalmente servía para proteger la vida, ahora la vulnera al generarnos enfermedades.
¿Qué hacer?
- Toma conciencia de la forma en que funciona tu cerebro con lo que acabas de leer.
- Genera hábitos saludables: comida sana, ejercicio moderado pero constante, higiene en el descanso; nada de tabaco, y menos de alcohol.
- Agradece todos los días al despertar lo que tienes.
- Practica ejercicios de relajación y de mindfulness.
- Ocasionalmente, rompe tus rutinas y haz algo diferente. No te tomes la vida tan en serio.
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