CONSUMO
Un sistema socialista, comunista o cualquier combinación de ambos busca la justa distribución de las riquezas. El Estado procura el bienestar de la sociedad apropiándose de los medios de producción: industriales, recursos naturales, inmuebles, tierras, etcétera. Además, es también el Estado el encargado de planificar y dirigir la producción y vida económica del país.
En lo que respecta a los regímenes socialistas o comunistas, ha quedado demostrado, más allá de cualquier duda razonable, la ineficacia relativa de un Estado metido a productor. Estados Unidos tiene un producto nacional bruto de 19 billones de dólares, y Rusia no llega a los tres. ¿Carrera armamentista? Imposible. Bombas nucleares y algunos avioncitos; pero, cuando de gastar fuerte se trata, hay un solo jugador, autonombrado policía del mundo para la protección de sus muy particulares intereses.
No es entonces posible distribuir lo que no se produce, y el capitalismo, encarnación del Diablo con cola de abusos y pobreza extrema, demuestra una y otra vez que sin “mano invisible” ni iniciativa privada estaríamos condenados a consumir nieve de limón sólo una vez al mes y a administrar nuestra exigua ración con cuidado, caminando y conversando como únicas fuentes de esparcimiento ante la escasez de los bienes y servicios producidos con mucha palabrería pero poca gasolina por el burocrático aparato gubernamental de los ilustres camaradas del partido único.
Hugo Chávez, líder del socialismo bolivariano que hoy tiene sumida a Venezuela en la pobreza, la hiperinflación y la desesperación extrema, explicó el 18 de julio de 2007 el significado de la frase “Socialismo o Muerte. ¡Venceremos!”. Según el Comandante Chávez, la frase no se refiere al altísimo propósito de alcanzar el nirvana de un Estado socialista que por fin ponga coto a los abusos del capitalismo, sino a algo más literal: de no implantarse el socialismo, único sistema de distribución que puede, por fin, traer justicia a los desposeídos, la alternativa es la extinción de la especie humana. En otras palabras, si no abrazamos el socialismo de la mano de algún líder carismático que defienda la no reelección, para después hacer alguna consulta entre su círculo de amigos y continuar dirigiendo al país por el bien de todos, avanzaremos sin remedio hacia el desastre. Socialismo, entonces, como única opción de vida, o la muerte por estupidez.
Lo curioso es que el Comandante Chávez, adalid de la integración bolivariana y de la perpetuación en el poder, cual Porfirio Díaz chairo, en esta ocasión tuvo razón. ¡Qué mal lo juzgamos! Hasta ahora nos damos cuenta, ante la contundente evidencia, de la aguda visión del hombre de las mil habilidades.
¿Por qué tuvo razón Hugo Chávez al afirmar que el capitalismo es la muerte?
El mundo mira a Estados Unidos y anhela el American Way of Life. Los migrantes mexicanos, centroamericanos y, claro, también los cubanos, africanos y demás, llegan a la frontera sur de México, pero no quieren quedarse en nuestro país, a pesar de nuestro alto índice de felicidad, nuestra calidez y nuestra deliciosa oferta culinaria. No. Ellos quieren venderse por un puñado de billetes verdes y con ello acceder al sistema dentro del cual todo es posible. El modo “americano” (recordemos que el espíritu del anglosajón es tan generoso que se extiende al continente entero) de producir reporta un ingreso per cápita altísimo. Rusia podrá decir muchas cosas, incluyendo la amenaza nuclear para erigirse nuevamente como antagonista de la superpotencia, pero quienes tenemos memoria histórica recordamos que Gorbachov y su perestroika doblaron las manitas cuando la factura de la carrera armamentista puso en evidencia la debilidad económica del gigante comunista. La economía capitalista de Estados Unidos es ocho veces el tamaño de la rusa, con poco más de la mitad del territorio. Si hablamos de productividad, no hay duda de que los desalmados capitalistas son mucho más eficientes para producir que los benevolentes comunistas. No es de extrañar que Rusia sacara la bandera blanca cuando Reagan los puso a hacer luchitas para ver quién gastaba más en armamento.
Pero hoy la máxima se cumple: socialismo o muerte.
La especie humana en el siglo XXI enfrenta un camino bifurcado inédito: consumir menos o desaparecer. La humanidad aspira a igualar el estilo de vida estadounidense y por lo tanto su manera de consumir. ¿El resultado? Actualmente necesitamos dos planetas como la Tierra para sostener el ritmo de consumo; y, como sólo tenemos uno, nos convertimos en depredadores de tierra, agua, animales, insectos, plantas y minerales. Si seguimos con la necedad de “crecer”, ganar más dinero y, por lo tanto, consumir más, nos toparemos con la pared que ya está enfrente de nosotros.
¿Cuáles son los indicadores?
Los desechos de plástico. En el colmo de la irracionalidad, el tiempo de vida útil de una bolsa de plástico es de 15 segundos… y su eliminación de 100 años. ¿Podemos ser tan necios?
Por cada bote de basura que llenamos, los productores industriales de alimentos, bebidas y otros productos de consumo no duradero llenan otros cuatro. Subí al elevador hace unos días con una señora y su carrito lleno de mercancías, y no observé un solo producto que no tuviera uno, dos o más empaques de plástico: 300 gramos de jamón envueltos en celofán envuelto en bolsa de plástico transparente guardada en bolsa de plástico con el logotipo del establecimiento impreso; gansitos envueltos en empaque individual de plástico y empacados en una bolsa de plástico mayor; charola de plástico para contener unos bisteces, envueltos con plástico, y la misma historia de la bolsa final… Después de un trayecto de unos cuantos minutos, el plástico es “desechado”: no lo volvemos a ver hasta que emerge formando un nuevo continente en algún océano.
Ya intenté no consumir plástico durante una semana. Sin duda hubo caídas: la inercia es formidable.
Quise comprar una paleta en La Michoacana. ¿Cuándo empezaron a poner las paletas en bolsas individuales de plástico? ¿Un poco de agua de sabor? En un vaso de unicel, por supuesto. ¿Un poco de nieve? Más envases de corta vida útil y prolongadísima degradación. Ya no debemos denominarlos “desechables”; mejor durables, no reciclables e indestructibles. Ya necesitamos imprimir en cada bolsa de plástico imágenes como las de las cajetillas de cigarros.
Fui a la tintorería, y la situación empeoró: trajes, camisas y pantalones colgados en ganchos de alambre con cartón y delgadísimas bolsas de plástico. ¿Para qué? Empacan el servicio y no sirven para nada.
Una noche solicité una torta al restaurante ubicado en un pequeño local en la misma calle donde está mi edificio: torta en charola de unicel; vaso, cubiertos de plástico y popote. Todo en una gran bolsa de plástico. No se si tardé más en encontrar y consumir el alimento o en hacer bola y tirar todo el inútil material de empaque.
Si Bill Gates viviera treinta años más, tendría que gastar 63 millones de dólares o 1,200 millones de pesos cada segundo para poder agotar su fortuna. Absurdo es entonces pensar que el enriquecimiento de unos pocos a niveles superlativos tenga alguna aplicación práctica. No es de extrañar la sustitución de la enorme ambición de enriquecimiento por propósitos más altruistas cuando la muerte ya no está tan lejos. Cuando la muerte ya se ve más o menos nítidamente a lo lejos, las fundaciones se multiplican, y los rostros de tiburón implacable se trastrocan en caras de abuelita con lentes de cadena de oro contemplando desde el sillón las buenas obras.
Pero, sobre todo, si los 7,500 millones de seres humanos tuviéramos un ingreso como el promedio de un habitante de Estados Unidos, es decir, 50,000 dólares al año aproximadamente, no serían suficientes cinco planetas para soportar las ventas de catálogo electrónico, los viajes todo pagado y las compras de artículos de lujo, de consumo duradero y no duradero, envueltos en un plástico destinado a llenar los océanos con enormes continentes artificiales.
O reducimos nuestro consumo, limitados por un planeta que ya no aguanta más, o hagámonos a la idea de un destino negro envuelto en una atractiva envoltura de celofán.
Si no aparece Thanos y acaba con la mitad de la humanidad de un plumazo, tendremos que aprender a ser más “socialistas”. Estamos a tiempo, y tampoco suena tan doloroso.