EL ARTE

En teoría, todo puede ser asegurado.   

Además de coche, casa, vida, nuestra salud y bienestar físico,  mercancías, construcciones, maquinaria, calderas, equipo electrónico y la integridad  de terceros por daños a sus personas o bienes, también es posible obtener un seguro para pagar el auto que se sacó el director  de Negocios Especiales de Seguros Atlas en un torneo de golf, las nalgas de Jennifer López, las piernas de Cristiano Ronaldo o las cuerdas vocales de Bruce Springsteen.

En la práctica, lo sabemos, son muchas las resistencias;  y, ya vencidas éstas, abundan las restricciones.

El seguro es, entonces, el negocio de la “letra pequeña”.

¿Cuál es la razón de la abismal diferencia entre teoría y práctica?

En teoría, nuevamente, el riesgo por  asegurar debe tener características que ya hemos mencionado: posible,  pues asegurar algo que no puede ocurrir sería una necedad; incierto,  pues la seguridad de la ocurrencia pondría ahora en el lugar de los necios a la aseguradora, a no ser que la prima sea igual a la indemnización, lo cual, pese a lo que podamos pensar, suele ocurrir; fortuito, como hecho accidental; aleatorio,  como es, por ejemplo, que no sabemos quiénes serán los 35 desdichados  (de los cien conductores cuyos coches hemos asegurado) que, de acuerdo con  la estadística, sufrirán un accidente el año que entra; concreto, pues asegurar la posible decepción, sin acotamientos, del padre de la novia, nos podría sumergir en una superficie gelatinosa, con pronóstico reservado.

Y de la mano de las características del riesgo que estamos comentando viene,   por supuesto, la llave de la felicidad de cualquier suscriptor: la cuantificación del riesgo, lo cual es la identificación precisa, en blanco y negro y con tinta firme, de la frecuencia del evento futuro que pretendemos asegurar, sea la enfermedad del obeso señor de 52 años, la pérdida total del vehículo conducido por el impetuoso jovenzuelo que debuta como conductor, el hundimiento del buque atunero que nunca ha sufrido ni un rayón o la caída del edificio construido hace 83 años por culpa de  un sismo menor.

Cuanto  más homogéneo sea el bien por asegurar y  más abundante y precisa luzca la información de su experiencia de siniestros,   más sencilla será la labor del especialista encargado de fijar la cuota y los deducibles y  de definir las restricciones de cobertura, sus garantías y otras condiciones para aceptar el riesgo. Autos es el caso donde se necesita contar, más que con un suscriptor,   con muy buena información y con alguien que sepa registrar e interpretar estos datos con claridad.

Ahora bien: ¿qué  hacen las aseguradoras en caso de riesgos muy heterogéneos, casi  casi únicos, cuando el objeto que nos piden asegurar es de valor incierto, origen desconocido y autenticidad cuestionable?

¡Bienvenidos al mundo del seguro de obras de arte!, apasionante actividad con un número limitado de   riesgos pero con muchos fracasos. Es éste un universo, como bien dijeron los hermanos Coen, sin lugar para los débiles, ni para aquellos que no aceptan un riesgo del cual no tengan la más amplia referencia ni la suficiente información histórica de daños, robos y otros percances.

Topamos ya con la primera pared  al intentar identificar el interés asegurable de quien solicita la cobertura: ¿tiene  usted factura de la escultura que hizo su famoso bisabuelo, la cual pasó a su abuelo, y después a  su padre gracias a un capricho de su abuela (que dejó incómodos y resentidos a sus tíos) y finalmente a usted como custodio de un bien cuya propiedad es de todos los hermanos, siete para ser exactos?

En la práctica, el poseedor de una obra de arte puede ostentarse como el propietario si no hay alguien que diga lo contrario. De hecho, la posesión por un periodo  superior a cinco años permite tramitar un certificado de propiedad ante un notario, previo testimonio de dos o más personas que constaten la posesión del aspirante a propietario durante dicho lapso.   

De este modo,  el poseedor de una obra de arte puede asegurar  la pieza contra daños y robo. En caso de algún evento adverso, es posible que la aseguradora le solicite la demostración de la propiedad.

El siguiente factor es la autenticidad de la obra de arte. ¿Cuántas novelas y películas tratan del tema del robo y sustitución de una obra de arte por una copia? La lista sería muy larga.  Es común encontrar hoy a profesionales dedicados a “fabricar” un papel similar al utilizado por un pintor hace 200 años; y es fácil conseguir los materiales utilizados para plasmar la pintura en el lienzo, para después, emulando la técnica y el estilo del famoso artista, reproducir con pasmosa fidelidad   el trabajo original realizado por el reconocido autor hace siglos. Y así con otras obras de miles de creadores…

Entonces  llegamos al que probablemente sea el tema más complicado: el valor asegurable de la obra de arte.

En la actualidad, la mayor parte del valor comercial de un edificio de oficinas está constituido por aire: construir  el departamento de 45 metros cuadrados (incluido el pro indiviso de áreas comunes) en el distinguido “Nuevo Polanco” tuvo un costo de 12,000 pesos por metro cuadrado. Sin embargo, el departamento se vende en más de 70,000 pesos por metro cuadrado. ¿Por qué? La demanda por un espacio en tan codiciada ubicación dispara los precios hasta las nubes, y tal demanda es soportada por la facilidad con la cual los numerosos   yuppies alineados frente a las oficinas de la inmobiliaria consiguen un crédito para hacer realidad su sueño.

Si el edificio se derrumba por un terremoto o sufre una pérdida total por un incendio, la aseguradora pagará únicamente el valor de reconstrucción, pese a la profunda decepción de los propietarios, a quienes sólo queda recoger la exigua indemnización, así como la centésima parte del valor del terreno donde está ubicado el edificio dañado, no sin antes contribuir a pagar el costo de la remoción de los escombros.

En el caso de un automóvil, la mayoría de las aseguradoras acuerda  con el asegurado un valor comercial,  que no es otro sino el valor de compra  del “Libro azul”,   valor por el que un vehículo como el asegurado se adquiere  en una agencia automotriz o en un lote de autos usados. Es un valor comúnmente aceptado y registrado, el cual considera la enorme depreciación que sufre el bien durante el   primer año de uso del vehículo, cercana al 35 por ciento, así como las depreciaciones menores de los años subsecuentes.

El caso de los barcos pesqueros es un caso especial, más cercano al caso de las obras de arte.

El costo de construcción de un barco camaronero nuevo puede calcularse; sin embargo, no existe una industria desarrollada de construcción de barcos camaroneros.   Además, la rentabilidad de la actividad no justifica la inversión en un barco nuevo. Por lo tanto, la suma asegurada de un barco de trabajo como el descrito se pacta.

El valor “acordado” por aseguradora y propietario de la embarcación se transforma así en la suma asegurada, la cual deberá ser pagada en su totalidad por la institución de seguros en caso de pérdida total. ¿Cómo se calcula el valor “acordado”? Se utiliza primordialmente un criterio de rentabilidad, considerando la utilidad obtenida por el pescador, multiplicada por un número de años calculado como el remanente de vida útil de la embarcación.

En el caso de una obra de arte, la aseguradora solicita, por lo regular, un avalúo realizado por una casa de subastas reconocida  (tipo Morton) o por un valuador especializado que cuente con registro. El valor de la obra asegurada puede fluctuar, principalmente en función  de la demanda por ese tipo de arte, el reconocimiento del autor y, por supuesto, la oscilación de la demanda general. Adquirir obras no es sólo una actividad de millonarios amantes del arte, sino también una actividad sistemática de inversionistas en busca de un portafolios  diversificado.

Obtener la aceptación de un seguro de obra de arte no es tarea fácil  en una época en la cual un suscriptor abierto al análisis de un riesgo tan específico, alejado de las tranquilas  aguas de los seguros masivos y homogéneos, es una especie en extinción.

Así como existen aseguradoras especializadas en Autos, Propiedad o Responsabilidad Civil,   es posible el surgimiento de una aseguradora especializada en obras de arte.

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