¡Un ídolo ha caído! Lula, Petrobras, PEMEX y sus paralelismos

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La noticia conmocionó a Brasil, al mundo y a la izquierda latinoamericana, la policía brasileña irrumpió en la casa de un líder considerado un ícono, al que admirábamos mucho, el expresidente de Brasil Luis Ignacio Lula da Silva, nuestro modelo de izquierda moderna y digna, acusado de corrupción.

Más allá de la gran decepción, el asunto genera preocupación en México por los paralelismos que se presentan entre Petrobras y Pemex y por lo mismo no pueden dejarse de lado. Hoy puede ser un llamado de atención muy a tiempo para que México no transite al final de la administración de Peña Nieto por un escándalo de esta naturaleza que ponga en jaque a las instituciones del país, la economía nacional y la gobernabilidad.

Ahora entendemos por qué vino Lula en el 2013 a apoyar a su amiga, la entonces secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, en el fracasado programa sobre el combate al hambre, solo  para después declarar contra México y contra la reforma energética impulsada por el presidente Peña, poniéndose del lado de quienes se han opuesto a dicha reforma como el salinismo, el pejismo y un importante sector del PAN, al declarar que  “México fue presentado como la gran novedad del siglo XXI y que estaba mejor que Brasil… Pero me fui a enterar y todo es peor que en Brasil, no hay un indicador comparable a los nuestros. Quería que México crezca, pero era mentira”.

Unos meses después de estas declaraciones que generaron un conflicto diplomático entre ambos países, se destapó el mayor caso de corrupción en la historia de Brasil que está hundiendo a la principal empresa del país carioca, responsable del 35% de las inversiones. El registro de las investigaciones denominada Operación Lava Coches inició en marzo de 2014 en una gasolinera –de ahí el nombre–, en la que investigaron un esquema de lavado y desvío de dinero de Petrobras.

En esta telenovela petrolífera hay sobornos sobre las obras públicas licitadas a empresas privadas, se considera que miles de millones invertidos por el Gobierno acaban en los bolsillos de varios políticos que instrumentan delitos como lavado de dinero a través de negocios como gasolineras, lavanderías y hoteles; casas de cambio para sacar divisas fuera de Brasil utilizando empresas fantasmas y la vida de lujo de sus políticos y empresarios que se paseaban en sus yates. Aparece también la compra de una refinería hipervalorada en Pasadena, Texas, con el pago de 1,5 millones de reales (casi cinco millones de euros) para el ex directivo de turno, o propinas de hasta 800.000 reales (253.000 euros) al PT, el Partido de los Trabajadores, del que tanto Lula da Silva como Dilma Rousseff son las cabezas visibles.

En esta corrupción los partidos beneficiarios, además del PT, de Lula han sido el PMDB (Partido do Movimiento Democrático Brasileiro) y el PP (Partido Progressista), ambos aliados de los gobiernos de Lula y de Rouseff. De las investigaciones ha trascendido que los políticos de estos partidos se han beneficiado por más de 10 mil millones de reales, algo así como 3,200 millones de euros, que se presumen fueron destinados a sobornos a políticos y funcionarios de Petrobras.

Esta investigación directa a Petrobras está precedida por otro escándalo que envuelve la popularidad de Lula llamado el Mensalão que no era otra cosa que un sistema de compra sistemática de votos con el fin de asegurar el apoyo necesario al Ejecutivo de Lula. En otras palabras, ciertos parlamentarios eran beneficiarios para que el PT tuviese la mayoría suficiente para llevar a cabo su programa de Gobierno. Se estima que en la era Lula se desviaron 141 millones de reales (unos 45 millones de euros), o sea, 30.000 reales al mes (9.500 euros) por cada congresista comprado.

El tema de la corrupción en Brasil ha llegado a límites extremos, como la anécdota de un diputado que desvió fondos para un hospital privado de su propiedad y después declaró que había tenido una inmensa suerte pues aseguró que se ganó 286 veces la lotería, como aquí le paso al ex gobernador de Veracruz, Fidel Herrera, quien se sacó casualmente la lotería en dos ocasiones.

Para ver la preocupación en México es cosa de evaluar el rankings de percepción de la corrupción en el mundo que elabora Transparencia Internacional para 2015, antes del escándalo de Lula y en la que Brasil se encuentra en el puesto 76 de 168 y México en el 95 y peor aún está en el 38 de 38 de los países miembros de la OCDE.

Las similitudes se muestran en casos como el de Oceanografía escandaloso, no sólo por el engaño sistemático para obtener préstamos millonarios, sino por los funcionarios públicos y ejecutivos involucrados. La corrupción va en torno a los contratos entre la paraestatal y Oceanografía, que involucran funcionarios de Pemex Exploración y Producción (PEP); además de la investigación de la Comisión de Bolsas y Valores de Estados Unidos (SEC) al Citigroup por fraude contable y presuntas prácticas corruptas en el extranjero, sin descartar la del presunto lavado de dinero que investiga la PGR. También en este caso aparece el Yate, como en el caso brasileño de quien era el propietario Armando Yáñez donde había grandes reuniones con políticos y funcionarios de Pemex.

A este penoso caso se suma el de OHL que aquí ya hemos comentado. Antes de ser nombrado director general de Pemex, Emilio Lozoya administraba varios millones de dólares a través de su fondo JFH Lozoya Investments, era consejero de la entonces boyante constructora OHL México y de una empresa de pagos móviles con sede en Texas.

En todo este entramado, se han visto involucrados y afectados personajes de la administración de Fox y de Calderón como uno de sus principales beneficiarios del bum petrolero y de la alianza que se hizo con el PRI, donde vimos cómo en los principales órganos reguladores como la CRE estuvo a cargo de un panista, Francisco Salazar, quien junto con el entonces secretario de Energía, Jordy Herrera hicieron del mercado energético un extraordinario negocio, con el que además de afianzar grandes fortunas, también consolidaron posiciones políticas.

Junto a ellos hubo operadores del PRI, como Juan Marcos Issa, quien fue diputado del PRI, pero también consejero de Pemex en las administraciones panistas, desde donde brindó todo el apoyo a la empresa de su primo, Salomón Issa, quien pasó de ser un simple distribuidor de gas LP con algunas gasolineras (caso Brasil) en unos cuantos años en el segundo distribuidor de gas natural de la República.

Esa vinculación entre priistas y panistas, también se da con personajes como Carlos Alberto Arriola Jiménez, director de la empresa Igasamex quien, además fue nombrado como miembro del Consejo Consultivo de la CRE, en la cual, hoy no existe un presidente, porque el Congreso no a llegado a los arreglos para nombrar al sustituto de Salazar, el Consejo promueve los negocios y las resoluciones a favor de sus vínculos empresariales, lo que se llaman en pocas palabras conflicto de intereses.

En todos estos negocios siempre está la sombra de personajes como José María Córdoba Montoya, el intelecto del salinismo y de la vinculación de los juniors en los negocios como los hijos de Martha Sahagún, de Salinas y hasta los de Montiel.

Por ello no resulta casual que ya pusieron sus barbas a remojar después de lo de Brasil por eso se reunieron y mandaron el mensaje en el rancho del Jefe Diego.

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